Oriundos de la lluvia: Seres de lluvia
A mediados de este mes de Marzo unas fuertes lluvias azotaron mi ciudad y mi país. Estos diluvios afectó de muchas maneras este territorio, lamentablemente muchas personas sufrieron daños por los fuertes vientos y las tormentas eléctricas constantes. De todos modos la lluvia encuentra varias facetas y un gran cauce de inspiración para nosotros los escritores. "Oriundos de la lluvia" son una serie de poemas que funcionan de forma aislada pero buscan retratar un paisaje de diluvios, tormentas y sus muchas facetas. También esta serie de poemas representa mi propia evolución, pues son obras que guardan cierto tiempo entre ellas.
"Seres de lluvia" es el poema más largo de esta serie, y también el más antiguo. Nace de un enfoque variado del diluvio, un diluvio que no es tan apacible como una llovizna, ni tan agresivo como en una tormenta. En este punto medio se abren muchas matices de lo que significa la lluvia para el mundo, tanto para un bioma, para una persona, para la humanidad, o para nosotros mismos. Se trata de eso, reencontrarnos en la lluvia y parecernos un poco más a ella, y no que las cosas se parezcan o adecúen a nosotros, que parece la norma en el mundo.
Oriundos de la lluvia:
En el mar con alas hay muchos navíos,
sin rumbo viajan, pero decoran de blanco
aquel mantel de fondo, que siempre está hermoso.
Y a veces los algodones son grises, y lloran.
aunque vuela y a ella misma se duda
la idea de que está agua que cae, es llanto.
Quizás solo es mi inherente raíz,
que pide que el molde de mi existencia
sea el molde de toda luz que llegue a mis ojos.
Pero es claro que en la cumbre celeste hay lluvia
y evidente es que, aquí donde las gotitas nos besan,
no es en vano su llegada, no nos da igual su mimo.
Para la verde cabellera de la tierra, es alegría
y prosperidad para el que la haya sembrado.
Para un lirio, puede ser arte también ,
para aquel que recorre las lenguas de la ciudad
es un amargo empuje al hogar,
aunque también una invitación al reposo del alma
a aquel que ya bajo un techo cándido estaba.
Puede ser también la invitación a una sonrisa
con la magia bailarina de la brillante juventud
y con el miedo de que una mamá y sus abrazos
sientan un brusco escupir, y una nariz color arrebol.
Quizás para algún antiguo, es el amor de su deidad.
Para las colinas áridas algo impensable,
y para los rincones espesos y frescos de un bosque
el saludo de siempre, la aprobación de las alturas.
Y también para la costa, serenidad fraternal.
Aunque a veces en la lluvia, el viento se aturde
por un azote bravo de destello y electricidad
que los cielos guardaron, al igual que a las gotas.
Pero, en la pasarela del cielo, suele presentarse
un ave brillante y veloz que viaja recto
que acaricia con sus plumas cada gota
y entrega su alma al cielo para dar su maravilla.
El arco de colores y emociones que atraviesa
y hace recordar a cualquier ojo espectador
que la lluvia es otro pilar de la vida
que la lluvia es vida.
Es así que ya cercano a las flamas
con el sonido de tambores de mi techo,
es que pude entenderlo.
Queremos que el molde de nuestra existencia
sea el molde de todo lo que vean nuestros ojos,
pero pido permiso a la cima
para poner un poco del molde de su existencia
en mi mismo.
En nosotros, seres de lluvia
porque somos tantos versos en el mismo papel
de colores distintos pero el mismo lienzo,
y todos significamos igual, y diferente a su vez
como las nubes,
porque quizás para algunos somos alegría
y para otros tristeza.
Porque estamos todos en un océano infinito
navegando como sin rumbo,
sin rumbo más que el rumbo mismo,
hasta que ese rumbo termine
y seamos lo que llovimos,
porque nosotros si lloramos
y somos de emociones, de colores,
de almas.
Porque a veces colapsamos,
y nuestro enojo es un azote
a la calma de nuestros rincones,
y nuestras lágrimas inunden y destruyen
hasta que llega esa luz
en el preciso instante
para que despleguemos nuestra esencia:
la vida
y el jardín que regamos
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