La guerra de las nubes

 

Probablemente si han leído algo por mí escrito, o han sabido de algún modo que yo escribo, no es sorpresa que he navegado siempre en caudales de la poesía, que en sí misma hay mil ríos más pero ninguno fuera de la raíz lírica. Aún así, este año he estado probando encantos y gestos con la narrativa, especialmente con los cuentos. Razón principal de esto es la variedad de escritores que he conocido, tanto entre las páginas como en persona, y con estos últimos he encontrado y forjado espacios de intercambio de sumo provecho y enriquecimiento creativo. Especialmente en el grupo-taller Desayunos Literarios, espacio al que empecé a concurrir hace unos meses con invitación de algunos conocidos y compañeros escritores. En este lugar, donde brilla una alegría por las letras semejante al sol de la tarde que en mis poemas imagino, se propuso un desafío que consistía en escribir una biografía de alguien imaginario, ficticio. Esta propuesta se entretejía con una idea que con anterioridad había hecho nido en mi cabeza, la de aprovechar el fenómeno psicológico denominado "pareidolia", por el cual a un estímulo (normalmente una imagen) se le reconoce una forma determinada por más que este estímulo se aleatorio, para crear una historia sobre un reino de nubes vista por un niño. El desafío verdadero era que esto tenía que abordarlo en prosa, pues tal idea me parecía infértil escribirla en género lírico. A pesar de todo me puse manos a la obra, y así surge este, mi segundo cuento, que narra la historia del valeroso Ensulex. Nombre inventado por este mismo muchacho que les escribe, mientras jugaba al videojuego de fútbol PES 2009 donde se me permitía crear mi propio equipo, y divagando en el teclado a la hora de ponerle nombre, resultó que habría de llamarle Ensulex. Esta anécdota poco tiene que ver con el cuento, pero funciona como modo de acercarme a mi propia niñez, que fue tan pródiga en imaginaciones. 

En fin, este es mi segundo cuento, espero les guste y lo disfruten. Estoy abierto a comentarios. 


La guerra de las nubes


Prefacio

En mi amplia trayectoria como investigadora de la historia, he intentado abordar miles de sucesos históricos y vidas con la objetividad que era necesaria. He publicado varias biografías, y me dediqué muchos años a la docencia. El estudio de los hechos pasados me apasionaba hasta después de estar jubilada, de modo que nunca dejé que mis libros guardaran polvo. Recuerdo que aquel día era una mañana apacible, la primavera aguardaba detrás de los tímidos capullos que en mi patio florecían, el té de mi escritorio jugaba con hálitos como un titiritero con la gravedad invertida, no asomaba hoy ningún misterio mágico más que el de la vida misma.

Mi inmersión fue frustrada por el estruendoso ruido de una camioneta, que presto supe quién había de ser. Pensé en decirle adiós a la integridad de todas mis plantas, de mis floreros y de mis ventanas inclusive, hasta que, viendo pasar por el umbral a mi hija, a mi yerno y a mi nieto, Panchito; no vi rastros de ninguna pelota. Con esa ligereza en el pecho pude disfrutar un poco más de su presencia, sin despegarme, claro, de mis planes de tomar mi tecito en el jardín.

Había pasado un rato de tranquilas y protocolarias charlas con mi hija en el patio tomando té, cuando Panchito sale eufórico de casa con un libro viejo más grande que su rostro que, en letras doradas, se declaraba como “HISTORIA UNIVERSAL”. En tanto que llegaba hacia mí, terminó preguntándome

¿A está la historia de Ensulex?

¿Quién?

Ensulex , respondió con obviedad.

Quedé en silencio por unos momentos. Tomé con suavidad el libro de sus manos y lo abrí en la página del índice, simulé buscar aquel nombre extraño por un rato para resultar convincente y, pronto, con un gesto de negación sentencié:

No. No está.

De modo tal que Panchito entró en la casa y, dejando aquel viejo libro, volvió rápidamente con otro libro similar frente a mí, y volvió a preguntarme

¿Y en este?

No, Panchito. En ese tampoco.

Volvió a irse, y en este caso fui detrás de él procurando zanjar el asunto, pues ya me estaba dando nerviosismo que revuelva entre mis libros. Ya en frente a mi biblioteca, le dije, justo cuando señalaba otro para preguntarme por la historia del tal Ensulex:

No creo que esté en ninguno, Panchito. No sé qué es Ensulex.

¿En serio no sabés? —, respondió incrédulo, y cuando negué con la cabeza pronto agregó — Te voy a contar yo.

Asentí, de cierto modo sin saber qué estaba aceptando, sin embargo vi la oportunidad de sacar mis libros del esquema, de manera que le pedí que me narre aquello en el patio y, al pasar, cerré la puerta de mi habitación.

Fue así que Panchito me contó acerca de un reino que se levantaba sobre las nubes y donde vivió un aguerrido caballero llamado Ensulex, el cual había tenido un rol clave en la Guerra de las Nubes. Según me dijo, su historia debía ser conocida por todos, aunque en un principio, ustedes al igual que yo, estén con tantas dudas. Esto es todo lo que he podido encontrar sobre él, espero que le haga honor a este importante caballero.


Vida y muerte de Ensulex y la Guerra de las Nubes

Ensulex Francísquez Cumulus-Nimbus nació un 22 de septiembre de 2024 a las 8:21 de la madrugada en el Reino de las Nubes, el país nómada más grande del mundo, en alturas de la troposfera. Creció en el seno de una familia que, debido a su densidad, se encontraban en un estrato de altura media-baja, en un frente cálido. Vivió acompañado de muchos cúmulos similares a él, entre los cuales se dice que nunca llegó a congeniar con ellos. Registros históricos nos cuentan que Ensulex soñaba con la idea de convertirse en un caballero, conmovido por todas las anécdotas que escuchó sobre la Guerra de las Nubes. En su adolescencia, aproximadamente en sus 30 minutos, tuvo una fuerte crisis de identidad, por efecto de esta crisis estuvo carente de una forma definida durante unos 10 minutos. En su adultez consiguió la complexión con la que fue conocido hasta su muerte, espigado y con dos brazos, una portando su heroica espada, que, aunque muchos no lo sepan, era parte de su cuerpo. Cuentan sus compañeros que era un muchacho tranquilo pero irremediablemente soñador, que pasaba sus segundos escuchando y leyendo historias sobre sus familiares. Tuvo un rol protagónico en la Guerra de las Nubes, conocida como “La Guerra Pareidólica” por sus negacionistas

Varios años atrás, el Reino de las Nubes funcionaba con bella tranquilidad, las nubes más densas conformaban el Reino Inferior, que convivía en paz con el Reino superior, compuesto por las nubes con menos densidad. Las lluvias eran tranquilas y controladas, el sol se hacía paso en los momentos donde había que hacerlo y el viento soplaba tal como debería. Los ingenieros del Reino habían trazado un sistema rígido que daba un equilibrio al planeta entero, sistema que perduraba hacía miles de años. Hace unos pocos miles de años atrás, el Reino Inferior, que era el que vigilaba y notificaba acerca de la superficie del planeta, notó el desarrollo de unos seres que habían dominado la agricultura y la ganadería, entre otras tantas tecnologías, empezándose a asentar y a expandir por todo el mundo. He aquí que se abrió un debate en el Reino que, bien en un principio pequeño, fue creciendo más y más; ¿habría que dejar vivir a estos seres que, en su propio y voraz interés, hacían provecho de la naturaleza de modos nunca vistos? Si bien este debate fue intenso, más teniendo en cuenta que el Reino casi nunca había entrado en tanta discordia, se pudo concluir con tranquilidad a favor de estos humanos, permitiendo que desarrollen sus actividades sin mucha oposición, fundamentado en el pensamiento de los intelectuales de la época que argumentaban que de ningún modo representarían una alarma mundial.

Si bien el conflicto ocurrió hace antaño, no fue más que el antecedente de esta guerra. Pasado el tiempo, la tensión del Reino fue creciendo a la par que estos humanos se desenvolvían en la naturaleza de formas cada vez más deliberadas, hasta que, de abrupto, se liberó el caos, el sistema milenario estaba presentando una serie de errores en cadena insólitos: lluvia intensa en lugares inhóspitos, sequías en lugares donde antes diluviaba, aquel sistema de cuatro estaciones se desdibujó de forma extraña y, sobretodo, aumentaba la temperatura de forma preocupante. El Reino fue testigo del constante maltrato hacia el planeta, la deforestación, la minería y la liberación de cada vez más gases nocivos. Los ingenieros y científicos investigaron día y noche para saber qué estaba sucediendo, hasta descubrir una superpoblación en las alturas más altas, lo que provocaba una mayor absorción de la energía solar que llegaba a la atmósfera y, por tanto, la temperatura del globo aumentaba de un modo descontrolado. Los ministros del Reino Superior, con ya cierto rencor a la humanidad, quisieron castigarles facilitando este calentamiento del planeta. Estaban sumamente enfadados, ya no querían jamás perdonar a aquella especie, inclusive no querían dejar que ellos siguieran viviendo aquí, creyendo su proliferación una especie de error que hubo de solucionarse desde un principio. Por otro lado, el Reino Inferior, quiso tener compasión con aquella especie, creyendo de algún modo que no habría que llegar a tal punto de extinción sino que sería mejor darles una oportunidad nueva para que cuiden el planeta; rechazando la opinión de sus hermanos superiores, que creían extremista.

El conflicto se deliberó cuando la diplomacia fue infértil, de modo que las insólitas escaramuzas entre los ministros plantaron una violencia generalizada entre las nubes. Así pasaban día a día luchando estos reinos para enfriar o calentar al planeta. Se perdió el control del preciso sistema que las mismas nubes habían tejido años atrás en estas batallas. Peleaban en todos los sitios, luchaban para que el sol salga o no salga, cada equinoccio y solsticio acrecentaba la lucha.

Una de las batallas más feroces fue aquella que ocurrió en Uruguay durante todo un día entero. Ocurrió por encima de El Colorado, en Canelones, un 22 de septiembre de 2024, mismo día que nació Ensulex. Se cuenta que ese día iban, por un lado, varias filas de soldados del Reino Superior, tantos que no se podía distinguirlos y parecía una nube sola; por el otro, habían muchos soldados dispersos que sí podían reconocerse uno por uno, en la delantera de ellos estaba Ensulex, del Reino Inferior, notorio por su forma espigada. Los locales miraban el terreno de batalla, entre ellos estaban los dos principales testigos, Francisco “Panchito” Bentancur, un niño humano de unos 9 años, y Florencia Bentancur, su madre. Se cuenta que ambos estaban sumamente preocupados por el asunto, Francisco temía por la vida de Ensulex y el futuro del mundo, mientras que Florencia creía que pronto llovería, pensando: “cielo empedrado, suelo mojado”, y lamentó haber puesto la ropa a tender.

Ensulex había logrado ser un caballero y decidió luchar a favor del Reino Inferior. Cartas a su familia rescatadas mostraron que tenía una importante esperanza que muchos tacharon de ingenuidad, sin embargo, esta fe le dio el valor para luchar en esta épica batalla que decidía el paso de la primavera en muchos paises del Hemisferio Sur y del otoño en el Hemisferio Norte. Pronto se armó un frente donde los soldados eran indistinguibles, el viento soplaba fuerte y el cielo se hacía cada vez más oscuro. Los soldados pudieron resistir todo el invierno y este sería un paso más para recuperar el orden. De mediodía la batalla era tranquila, pero cuando llegó la tarde se avivó el furor del combate, cada vez más soldados acudían a la contienda. Así se persistió hasta las 15:47, donde Ensulex terminó por atacar las últimas facciones rivales, culminando con un duelo mano a mano contra uno de los guerreros más temidos del Reino Superior, el cual, Ensulex ganó, acabando con la batalla pero quedando sumamente malherido. De pronto, en El Colorado, salió el sol, iluminó las cabelleras verdes del mundo y acarició con su luz los capullos que florecían. Los guerreros se dispersaron y desmantelaron el bello celeste por el que flotaban. Se respiraba en la tierra un aliento de vida que viajaba rápidamente entre los puertos de las narices, una pequeña e incomprensible alegría se había dibujado en los locales, y más aún en Francisco, que fue el único testigo de la muerte del heroico Ensulex, que terminó de despojar el cielo de cualquier nube, a las 15:58. La primavera finalmente había llegado

La vida del valeroso e ilustre Ensulex corresponde a una guerra que aún no ha terminado, pero podemos valorar de sobremanera su lucha en pos de su esperanza hacia nuestra especie. Si preguntan a donde fue Ensulex, es probable que esté entre todos nosotros. Deberíamos recordar a este caballero y no olvidarnos de aquello que nos ha pedido, cuidar esta naturaleza que nos dio la vida y encuentra sus equilibrios, así las nubes no siguen enojadas y así su sacrificio no ha sido en vano.


De mientras, ¡avísenme si encuentran a otros guerreros o sucesos allá en la altura! He descubierto que el mundo de las nubes es maravilloso, y somos privilegiados de verlo en acción. Con Panchito decidimos enviar cartas hacia aquel bello Reino, diciendo que vamos a cooperar en todo lo posible para cuidar este planeta, estamos a la espera que contesten. Aún así, si saben algo, no duden en escribirnos, mi nieto y yo estaremos contentos de todas las nuevas que de ahí vengan.


Imagen de Ensulex visto por Panchito. 
Hecha con inteligencia artificial.

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Muchas gracias a todos por leer.

Ignacio Burguez

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